domingo, 29 de junio de 2008

Vivir bonito

Ayer no ganó un equipo de fútbol. No sólo. Ganó una idea, una concepción de la vida, una forma de ser y estar en el mundo. Ganó una inmensa lección. Nunca más miedo, nunca más la mentira de las trincheras, nunca más, en el campo ni en la vida, colgados del larguero. Jueguen bonito, vivan bonito. Ganarán siempre. Ayer se desactivó el discurso de los emboscados. Ayer las flores barrieron a los tanques. Ayer los pájaros trinaron hasta hacer callar a las escopetas y corrieron a aletazos vivos y vertiginosos a los hoscos cazadores. La música de ayer sigue sonando esta mañana. Cuando tengan dudas, cuando arrecie el viento, nunca más un pelotazo, no se embarren, levanten la vista, toquen, toquen, ofrézcanse, tiren diagonales, gústense para gustar. Ganen, sí, pero de esta manera. Sean valientes. Abrásense defendiendo su criterio. Háganlo aquí y ahora. No esperen a mañana porque la primavera no espera a nadie.

jueves, 26 de junio de 2008

Es tan hermoso que duele



Este es el vuelo del poeta. Marchen cantando al abismo.

lunes, 23 de junio de 2008

Sí, amigos, eran ellos




Acabo de descubrir cómo carajo se adjuntan los vídeos. Bien, esta es una canción que hacía años que no escuchaba, pero que a cuenta de las últimas astracanadas en el mercado de mi compadre Vicè, me ha vuelto a la memoria. Ustedes saben. Usted sabrá.
Salud!!

viernes, 20 de junio de 2008

Los Decapitados


Los decapitados aparentan ser como usted y como yo. Comen, se lavan, se lamen largamente las patitas y los bigotes, prestan sus testas envenenadas a otros decapitados, envilecen calles iguales, sonríen, beben agua de rosas y no se mueren ni a tiros. Los decapitados no tienen nombre sino número. Nacen ya sin cabeza y sus madres les besan los pies a falta de algo mejor que llevarse al beso. Los decapitados piensan con los pulmones, higadean consignas, pancrean símbolos, ahorcan con los intestinos, gonadean la alborada, vegigan noche, palmean palmas y son felices. Los decapitados miran terror y son terror, firman en restaurantes de lujo y follan de lujo en puticlubs tristes, se llaman de usted y manan sombra. Los decapitados se descubren ante las damas y se cubren ante los hombres. Los decapitados aman a los débiles y los llevan al cielo; tan alto, tan azul, tan escrupulosamente cielo. Los decapitados duermen de un ojo abierto y desayunan tazones de leche a los que bajan el sol cada mañana a eso de las doce. Los decapitados no empeñan la palabra porque son palabra hueca, no dan la espalda porque son espalda. Los decapitados. Los sin cabeza.

miércoles, 18 de junio de 2008

Nos vemos el domingo


Que dice aquí mi vecino Vicè que va con Italia el domingo. Perfecto, estoy con él en eso de que el fútbol, en tanto que pasión ética y estética, en tanto que irracionalidad, no debe estar atado a cuestiones patrióticas. De hecho de un tiempo a esta parte escucho la palabra España y me echo a temblar, veo una rojigualda en una prenda de ropa y, como Mafalda, aprieto fuerte mi piruleta y corro a esconderme - y me consta que los hay honrados, pero...- y en general sufro de desconfianza congénita para con las banderas. Pero yo el domingo voy con España. ¿Porqué? Pues vaya usted a saber. Tal vez porque el fútbol es Vázquez Montalbán gritando Hala Madrid frente al espejo. Tal vez porque Butragueño, al retirarse, lloró sobre el césped de un Nou Camp vacío como sobre la tumba de un enemigo querido, como celebrando uno de esos antagonismos que ayudan a vivir.

El caso es que Italia me aburre soberanamente y no acabo de encontrarle la épica por ninguna parte. Vale que Vicè nos vendió la historia de Gattuso, pero me temo que si nos cae bien es virtud del narrador, no del sujeto. La azzurra me parece una selección rocosa, con oficio, artera, con un tal Luca Toni que un día se cansará de fallar goles cantados y un portero monumental, pero en general me ofrece la impresión de ser un equipo vago. Un grupito de funcionarios. Una banda de notarios del fútbol que si por ellos fuese se ahorrarían el partido y lo ganarían por poderes. Una turba de leguleyos enfebrecidos que esgrimen mil veces la misma mentira manoseada. Entonces ¿porqué ganan cíclicamente? Por lo mismo que en la vida nunca o casi nunca ganan los nuestros. El único equipo italiano que me gustó fue el Milan de los holandeses. Después la nada absoluta.

Esta España sin embargo es diferente a la que se ha venido estrellando contra roqueríos sucesivos. Además de tiki-taka (que palabro más feo, la madre que me parió) tiene suerte. Por primera vez a un puñado de futbolistas talentosos en mitad de la cancha se suman dos delanteros en estado de gracia y una obsesión por ganar, ganar y ganar hasta cuando no hace falta (hoy mismo contra Grecia. Lo fácil hubiese sido dejarse ir). Por primera vez los once tipos que se enfundan la elástica están acostumbrados a la responsabilidad, muchos de ellos fuera de nuestra liga, y eso curte. Por primera vez, digo, me da la sensación de que no son una banda de llorones y prestidigitadores baratos. Es un equipo capaz de jugar en corto y en largo, al pie o en profundiad, de dormir un partido acunando el balón de banda a banda o saltar a la yugular con una violencia fría, de marcar por talento o acumulación, de encajar, bailar y pegar. Pero el arma secreta, el arma definitiva es...que estamos convencidos de que España se va a la puta calle en cuartos de final. No vean lo que libera eso, oigan.

Así que el domingo les vamos a dar pasaporte a los de Vicè. Ni siquiera va a ser un choque agónico como a él le gustaría. Un sustito al principio de Luca Toni, dos a cero al descanso y a matar el partido en una contra. Tres a cero y a otra cosa mariposa. Va a ser hasta fácil.

Después mi estimado vecino puede seguir vendiendo humo. Los teóricos, ah, los teóricos.

domingo, 15 de junio de 2008

NYC-Tijuana (II)


...Una silueta cada vez más grande se recorta sobre las luces de neón.

- ¿Qué coño es eso? (en voz baja)

- Stephani que viene a chupártela, te apuesto diez dólares y media botella de ron.

- Os queréis callar, joder.

- Es que nadie va a mover un dedo?

- El cementerio de los héroes es dos calles más abajo, genio. Con un poco de suerte es un palurdo con una escopeta de dos cañones. Por lo menos dos de nosotros tendrán una oportunidad. Eso es más de los que tienen muchos.

Un trueno de cristales trizados y es como si la luz de neón explotara en un vuelo de insectos en llamas. El Elvis más gordo de la convención se precipita en el cuarto, con la mano izquierda trata de tapar una herida de bala en el abdomen de la que mana una sangre abundante y negra que se le escurre entre los dedos. El hijo de puta pestañea para habituarse a la penumbra Uno, dos, tres, cuatro cuerpos se arrojan mezclados, torpes, con el calor fétido del sueño en el aliento, a la moqueta. Elvis lleva un revólver de matar elefantes y apunta alternativamente a derecha e izquierda.

- ¡¡Stephani!! Grita el tipo.

La primera estampida arranca media puerta de armario. Dos disparos más a ciegas.

- ¡¡Stephani!! Tres, cuatro.

- Sólo le quedan dos balas en el tambor.

- De puta madre, siempre quise morir al lado de un genio de las matemáticas.

Tres, cuatro cuerpos pegados al piso. La nariz hundida en la moqueta, todos los músculos tensos, unas ganas locas de salir corriendo y una invalidez súbita e inapelable, un olor áspero como de desierto, como de asiento trasero de camioneta Ford, como de calcetines de Bob Jr que esa tarde no está paleando heno, como de canción de Don McLean y quítate las bragas, vale, pero como se lo cuentes a mi hermano, a mi qué coño tú hermano, estás tan guapo cuando te enfadas, como a mañana de domingo, como a dos hijos, como a trabajo en la ferretería y alguna reyerta triste, pero es buen chico Bob Jr, oh, sí es buen chico y ella lo quiere, como a cadáver encontrado una noche de noviembre con toda la lluvia al otro lado y un billete de tren en la americana, bien doblada, oculta tras una butaca. Otra bala en el techo, una, una sola en el tambor.

- Sería la hostia como me tocara a mí, piensan uno o cuatro tipos.

El siguiente sonido sordo no es un disparo. Elvis ha caido de bruces.

Aún pasan unos minutos antes de que nadie se atreva a moverse. No se encienden las luces, por no atraer más visitas. No tenemos nada que ofrecerles y sería una grave desconsideración. Así que toca registrar la ropa del fulano: tres dólares en monedas, una licencia de conducir del estado de Texas, un pañuelo de mujer bordado y una pequeña llave como de consigna con el número 654.

- Deberíamos quedarnos el revólver. No estoy dispuesto a que me canten Love me Tender mientras me mandan al infierno.

-También la llave.

Resolvemos no dejarle al gerente más propina que esos ciento veinte quilos de carne con lentejuelas que yacen en un charco de sangre. Si se la raciona bien puede pasar el invierno. Si hace hamburguesas puede ahorrarse unos buenos dólares sin traicionar la divisa: 100% vacuno americano. ¿También su carne tendrá las vetas de grasa amarillas?

Amanece con desgana y vemos que el motel está en medio de la nada más perfecta. Millas y millas de desierto a penas salpicado de hierba seca y delimitadas por una cadena montañosa que parece no tener fin. Un anillo con temblor de espejismo que parece moverse como una serpiente.

Salimos muy despacio de la habitación y esperamos en la puerta, sin saber exactamente qué. El silencio, la posibilidad de que estén todos muertos. La opción más plausible de que cinco disparos en la noche no son una novedad reseñable en ese lugar.

Al bajar las escaleras de hierro oxidado del motel encontramos que el coche está impecablemente desvalijado. Un trabajo de profesionales, de tal precisión, amor y celo que sólo podría ser obra de un jesuita o un borracho. No quedan ni las ruedas.

Cuatro sombras se abrasan de calor por la carretera polvorienta con sus maletas al hombro. El bulto del revólver late como un corazón enfermo. De pronto, a nuestra espalda, una nube de humo auncia la llegada de un camión...

miércoles, 11 de junio de 2008

Una de radio


No, no se preocupen por el título. No voy a escribir sobre mi paso por la 97.7 radio, entre otras cosas porque tendría que discrepar diametralmente de la opinión de JR, entre otras cosas porque antes que "leyenda de la radio" se me ocurren unos cuantos calificativos para Enrique Ginés, entre otras cosas porque entonces este post se debería titular sobre héroes y tumbas y Sabato se me adelantó.
Debido a una cierta reestructuración de mis circunstancias laborales (hacer humor no difiere en tanto de apretar tornillos en la Ford) llevo unas semanas madrugando como la gente de bien. Cada mañana cubro el trayecto entre Aldaia y el centro de Valencia con la radio puesta, saltando de emisora en emisora, dándome mis dosis de acuerdo y veneno según el atasco, según la lluvia. Ahí les dejo unas perlas:
- José Luis Rodríguez Zapatero: "Estamos haciendo todo lo posible para solventar esta crisis, pero si es necesario haremos más". Glups, después de hacerlo todo aún se puede hacer más. A las barricadas entonces!!
- Ricardo Costa (diputado del PP) a cuenta de las pasadas lluvias y la consecuente derogación del trasvase de emergencia a Barcelona: "La política de Zapatero en materia hídrica es tan errática que depende de la lluvia. Para eso que cambien a la ministra del ramo por el hombre del tiempo" Glups, la política hídrica depende del agua? Qué vergüenza. A las barricadas!!
- Bibiana Aído (ministra de Igualdad): "Los miembros y las miembras..." Glups. A las barricadas y a los barricados!!!
- Federico Jiménez Losantos, a cuenta de una iniciativa de Bibiana Aído según la cuál se ofrecerá un teléfono a los maltratadores para que canalicen su agresividad: "Ya puestos que pongan muñecas hinchables en las esquinas con la cara de la ministra y de Gómez Bermejo - ministro de justicia - para que nos desfoguemos todos". Glups, se imaginan a Jiménez Losantos en una esquina, allí el hombre, dándole al desfogue a capullo remangao? A las barricadas hinchables!!!
- José Blanco (secretario de organización del PSOE) sobre la victoria de Obama en las primarias demócratas: "Yo ya sabía que iba a ganar, pero preferí no pronunciarme para no influir". Glups, a las barricadas en Dakota del Sur!!!!
En fin, espero que se hayan divertido tanto como yo cuando las escuché en su momento. Si me acuerdo les iré dejando joyas dialécticas como estas. Salud.

lunes, 9 de junio de 2008

El deseo de Miroslava


Me cae bien Roger Federer porque nunca ha ganado Roland Garros. De otro modo su perfección se me haría difícil de soportar. Me cae bien Rafa Nadal, porque sólo gana en Roland Garros (exageración que espero que entiendan y no corran a censurar). De otro modo su presencia rudimentaria me acabaría cansando. A Federer lo imagino abriéndose camino con un florete en el desembarco de Normandía, sin despeinarse. A Nadal lo fabulo partiendo a hachazos las murallas de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
No me interesa hablar del partido, sino de la novia de Roger Federer, la extenista Miroslava Vavrinec. Mírenla. Mirenla bien y no se cansen de mirarla porque ella es el arquetipo de la triunfadora prime time. Ella es la opulenta belleza occidental que come cinco veces al día y me deprime y está triste por mucho que mofletes hinchados de viento de rosas. Es la hija que Rita Barberá consentiría tener. Demasiado perfecta y porcelana para otras manos que las del mejor tenista de todos los tiempos.
El domingo, el realizador de televisión subrayaba cada fallo del suizo con planos morosos de Miroslava. Detrás de sus gafas de sol, negras, anchas e insondables como la noche en el océano, reprimía un mohín de disgusto con cada volea que se quedaba en la red como un pájaro exhausto. Al menos eso dictaba un análisis superficial y correcto. Su gesto era otra cosa.
Viendo en el rectángulo de tierra a su chico perfecto barrido por un huracán, un fogonazo de deseo le revolvía la entrepierna tantas veces condenada a caricias tímidas y casi conyugales. Me la imagino despreciando a Federer, sus joyas, el maquillaje, los anillos y la sonrisa perfecta y los castillos y el champagne y lejos, muy lejos; apretada a la musculatura hercúlea de nadal en la parte trasera de una moto con el carburador rectificado por una pista de tierra camino de una cala abrupta de Mallorca. Mientras Federer, el buen Federer, el lindo, suave, correcto Federer, el pobre buen mirlo blanco Federer, caía una y otra vez, Miroslava sentía su ropa hecha jirones, su cuerpo estirado hasta la asfixia, los mordiscos callados y brutales de Rafa en su carne burguesa.
Después, por la noche, mientras Roger lloraba en la habitación con un bombón de menta entre los dedos, Miroslava se masturbaba en el baño mordiendo una toalla para no hacer ruido.
¿Me quieres? preguntó Roger más tarde.
Apaga la luz, dijo Miroslava. Y le besó la frente.

miércoles, 4 de junio de 2008

Exilios

Esta es el alba. Es anterior a sus mitologías y al Cristo Blanco. Engendrará los lobos y la serpiente que también es el mar. El tiempo no la roza. Engendró los lobos y la serpiente que también es el mar. Ya vio partir la nave que labrarán con uñas de los muertos. Es el cristal de sombra en que se mira Dios, que no tiene cara. Es más pesada que sus mares y más alta que el cielo. Es un gran muro suspendido. Es el alba en Islandia. Jorge Luís Borges.

Elijo Islandia para mi huida. No como lugar para quedarse, porque escapar es una vocación, pero sí para realizar el supremo acto del portazo. Chau Valencia, ahí se queda con sus cosas, sea buena, vigile los triglicéridos y las banderas, no cruce en rojo, sobre todo no cruce en rojo y respete a las damas que desmayan sus pasos como pinceles, a los varones que son Atlas de su barriga, a los niños que mañana le cumplirán escrupulosos el odio. Ahí se queda ciudad. Le dejaré una luz encendida por si teme a la noche. ¿No? Tal vez debiera.

Elijo Islandia, sospecho que el nombre es fruto de una torpe traducción de intuición fonética de Iceland, tierra de hielo. Elijo arribar como los Vikings en un barco precedido de dragones. Elijo el tacto del hierro en mi mano. Elijo un pueblo pequeño, junto al mar. Elijo una barca, una casa pequeña y cálida en dos alturas con ventanas al fuego y al agua. Elijo bajar cada mañana a pescar.

Sin estar he recorrido ya esas calles. He caminado contra el viento con las manos en los bolsillos y el tronco vencido hacia delante hasta llegar al bar. He tomado sus licores duros y he visto follar a los caballos salvajes en un instante y un alba que no concluyen. Islandia. Pero ¿Islandia para qué? Islandia está igualmente poblada de espejos.

lunes, 2 de junio de 2008

La cretina comedia hace saber

Una pequeña representación de la Cretina Comèdia (Forlati, La Morena y Diafebus), entre tragos de ron con cocacola y exquisito éxtasis de rock n' roll, cortesía y derroche de Serie B, decidió lo que a continuación se detalla al resto de miembros.
Urge reunir a la cofradía en la ciudad de Alicante. La propuesta es la siguiente: cena en La Marmita (http://www.lamarmita.es/). Un local de buena cocina - y precios accesibles - que además tiene el buen gusto de conservar la costumbre del reservado. No nos merecemos menos, proclamo. Posterior visita lúdico cultural al barrio de Santa Cruz con loas a la virgen del Carmen, excomunión y justa poética, desembarco en el Barrio, cubateo feroz, reparación en catorce versos del mundo y aledaños (para ello usaremos el estrambote, esa excrecencia) y pensioncita canalla para pasar la noche. ¿Qué dicen al respecto?
Nota: nacimos sin carta fundacional, pero de haberla redactado algo muy feo y muy grueso se hubiera dicho a cerca de la negativa al llamado de la aventura.
Salud!
(y perdón a los visitantes esporádicos por lo endogámico del texto)

domingo, 1 de junio de 2008

Atardecer en una ciudad dormitorio


Todavía no sé por qué me fui de mi piso de la calle Turia. Allí fui feliz. Después de dos años de hastío en un noveno piso de Primado Reig cargado de voces muertas y reflejos polvorientos, decidí que había llegado el momento de huír. Desde 1997 había vivido siempre cerca del campo de Mestalla, primero en Micer Mascó, después en Alfonso de Córdoba y ahora en esa avenida fragorosa. Recuerdo que cada noche el ruido era como una línea que engordaba o se adelgazaba según el momento sin llegar a extingirse del todo. Recuerdo la lluvia sucia. Recuerdo la pena y las empanadillas de espinacas. Me recuerdo estudiando economía sobre el mármol frío de la mesa de la cocina. Recuerdo un ataque de pánico por sobre dosis de café. Poco más. Nada más.
Fue a través de Rober, un venezolano engreído, suave y talentoso, que desemboqué en el número 57 de la calle Turia. La primera vez que traspuse la puerta me agarró una certeza unánime de luz calida y balcón con sillón de cuero desvencijado y una habitación desnuda con vistas al deslunado que amplificaba los gemidos de placer de una pareja anónima y una promesa de felicidad en cada paso. Acepté de golpe y me quedé dos años.
Por allí pasaron con tambor de banda borracha Tania, que trajo tequila, lágrimas y ternura de su México lindo, Paolo que vino del Salvador y no encontró a nadie que lo salvara, María Claudia que siempre escondía una palabra detrás de la palabra y era tímida y Colombiana, Savinelli, que llegó como compañero y me hizo el honor de llamarme amigo y resucitarme para la escritura cuando andaba renunciando en un laberinto de argumentos marchitos, David Benavent que, bueno, es David Benavent y lo queremos en este barrio con sus idas y venidas y sus certezas y sus ganas locas de volverse loco, las argentinas María y Natalia, el manchego Quique, el gringo Dan que le preguntó una noche a Vicè dónde había dejado su falda y nunca se curó del todo de la nostalgia de New Jersey. Allí fui feliz y allí vuelvo algunas veces, a comer con Tony y a besar en silencio cada mueble de ese lugar sagrado. Escribí Carrer Túria en veladas que se cerraban con una cerveza solitaria y satisfechas en la barra de La Marcha y, qué curioso, lo que fue declaración de amor velada constituyó el fin del juego. Aquel dinero, no pregunten, no pregunten, no pregunten, me volvió adulto y pensé que bueno, que...no les aburriré con excusas; pensé en comprarme un piso.
Al principio busqué mi nueva casa en Valencia e incluso estuve a punto de ser vecino de Forlati en un loft ardiente. Las casas que me gustaban no las podía pagar y las que entraban en mi presupuesto de raspa de sardina eran Sarajevos y Saigones bombardeados. Conocí pisos e historias terribles, como la de aquel cuarentón blando que me intentaba vender un agujero con sofás de sky rojo y lámparas con visillo para, según me susurró avergonzado y suplicante cuando me iba, dejar de vivir con su madre. Cuando estaba a punto de arrojar la toalla mi madré llamó mi atención sobre un aviso mínimo en una revista especializada. Es mi casa actual en Aldaia.
Le vendí el alma al demonio a cambio de estos setenta y cinco metros cuadrados confortables, pulcros, bonitos como un juguete un domingo a la salida de misa al niño más bueno del coro.
De eso hace ya ¿un par de años? Ahora vivo bien y no me quejo de ninguna de mis circunstancias. Me va bien, pero...en tardes como esta me da por la nostalgia de mi piso en la Calle Turia. Igual es la hierba que se ha dejado la morena en mi casa, igual es el domingo, igual es que noto que debería estar haciendo otras cosas, igual es que no me gusta mi cuota de edad adulta. Una caladita para todos ustedes. Acerquen los labios, cierren los ojos...