lunes, 29 de septiembre de 2008

Capados en capilla



Capados en capilla, Ulises amarrados al mástil de su polla blanda, sorderas que les son y palabras que no les son, diáconos de sus adiposidades, higiénicos divertidos, bocas que besan bocas para besar su siempre boca, grietas y rabietas, pataletas, cheques al mentidor, aulladores, aduladores, escanciadores de su fiesta, amigos, tan amigos, romeros de chaqueta ajena, estetas de bragueta, profilácticos de orgia a cinco dedos y aún son muchos, muchachos y muchachas, letras con antenas, gori gori sobre los vivos, fúnebres perfiles, funambulistas, subvencionados, amamantados, amansados a mansalva y selva y silva que no salva, malencarados, malacontecidos, malparidos, en buena hora todos ellos, blancos, tan infantes, tan triunfantes, tan trufados, tan truhanes, artríticos quise decir artísticos, ariscos quise decir en los riscos, como cabras, como balas, tan duros y tan huecos, tan alfa y tan paloma, coma, punto y coma, de su mano coma, su sopa, su copa de talle fino, su dote de muertos, dos casas y un huerto, la felicidad, la placidez de la redondez, el paso de la oca y tira y me toca y me duele y me huele y quiere más, quiere mi sangre, come mi hambre, pasa su dedo por mi miedo, su remedo, su verbito repetido y abotonado hasta el cuello de lana virgen con las inciales de otro niño grabadas en oro, pero mamá te quiere, no ha dejado de quererte por que tú eres el único mi vida, tú el de los millares, tú el innúmero, tú legión, tu tan alto, tan blanco y tan puro como un ángel de espuma, tú que no te alcanzan los espejos más grandes, ni los lagos, ni el perfil de las montañas, tú por quien amanece y se abren las calles, tú mi amor, mi bien, mi aire, mis ojos, tú por quien el pan huele a pan, tú por quien el sol, qué digo, tú el sol, tú el rey del universo, uni-verso, un solo verso la palabra que derrama tu boca como agua cristalina, tú el devorador de estrellas temblorosas y carnes al contado, alguna vez te lo he contado? tú no dejes de ser tú. Sonríe al naufragio, albo hijo de puta.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Gredos

El tiempo canónico del viaje es la madrugada. La noche antes cuesta dormirse, uno anda preso de una ilusión excitada e infantil, repasa cada detalle: la maleta lista, la mochila, el mapa, el coche, la ruta que se habrá de seguir, así que nada mejor que un whisky con hielo y un cigarrito especial preparado por la morena, así que nada mejor que meterse en la cama con los ojos brillantes de día siguiente y dejar que el sueño nos vaya trabajando lentamente, que la química haga su efecto y nos envuelva en su vaivén de telas livianas, que convoque de una vez por todas el dosel silencioso y oscuro. En el rectángulo cálido de una cama cabe el mundo y es como una isla contra la que nada pueden el mar batiente y la furia de los relojes. En ese país arduamente conquistado todo se rige por un lenguaje de osos y ríos, de caricias como lentos peces eléctricos, de ojos que se agrandan en la oscuridad hasta ser una misma estrella surcada de secretas canoas de plata, de crujido de sábanas de hierba y viento y largo tacto de pájaros, de sonidos amortiguados que pueden estallar a la vuelta de un instante.
A las seis de la mañana arrancamos el motor. La morena tiene sueño y las palabras le salen sonámbulas de la boca, como un médium inspirado que me conecta con ella misma, con la compañera que no falla. Carretera, carretera, carretera negra sin a penas nadie, más tarde como una cinta gris a medida que amanece a nuestra espalda. Así las cosas un café en Honrubia es una idea a la que nadie puede resistirse, y el viajero celebra el frío, porque signifca que está lejos de casa.
Madrid es un ovillo mohoso que cortar de un tajo, una trabajosa digestión. Después Ávila, recoleta, castellana, limpia, monumental y fría. Allí, al abrigo de sus murallas, entre sus palacios o frente a la iglesia de piedra, lo difícil es no sentir el tacto de la espada en la diestra y escuchar el piafido y las patadas de los caballos. Lo heróico es no imaginarse defendiendo la fortaleza contra el enemigo innúmero que oscurece el campo al otro lado. Esta noche cenaremos en la Hosteria Bracamonte, mejor una ensalada y dos de cochinillo, sin duda un buen vino tinto que lubrique la conversación y nos embriague en una misma incontrolable, y qué risa el camarero, y qué risa la dueña y qué tremenda risa ahora que estamos tan vivos y el mundo es un lugar nuevo poblado de cosas viejas. Y qué suerte encotrar un bar abierto de camino al coche.
El parador de Gredos es un viejo refugio de caza de principios de siglo. Entre sus gruesos muros de piedra gris los reyes, los padres de la constitución, tantos sueños como dejaron sus huellas en la moqueta e hicieron crujir las maderas y la pizarra del techo. Una habitación con dos camas, frente a ella un bosquecillo de pinos y la montaña. De fondo el sonido de los cencerros de las vacas y alguna conversación dispersa y jironada por el viento.


Al día siguiente, después de desayunar y proveernos de agua y comida, llegamos por una sinuosa carretera entre árboles y vacas a la plataforma de gredos. El último punto al que se puede acceder en coche. El final traumático de la civilización arrodillada frente a la magestad cruel de la montaña. No hay un sólo árbol. La nieve gobierna allí y aplana la vegetáción hasta convertirla en duro matorral y hierba amarillenta salpicada de inmensas rocas verdosas. Se escucha el murmullo del agua y cinco horas de camino para ver el circo de gredos y la laguna grande se antojan un precio razonable. Lo pagamos con creces. La subida es larga y exigente, las paradas se suceden y empieza a escasear el agua. A penas intercambiamos palabra, el óxigeno exige también ser racionado. Y justo entonces, cuando los ojos están llenos de belleza, en mitad de un repecho rocoso y rojizo, aparece la fuente de cavadores. Es un sólo caño metálico en una boca de piedra. El agua está fría y bebo, bebo como un animal de las manos de la morena, vuelven las risas y las palabras y como un inmenso desafío planetario se enciende un cigarrillo. Los pulmones, claro, no saben a qué atenerse al principio, pero reaccionan bien al tóxico calor conocido. Allí, dominando el valle, pienso en el hombre primitivo y su lucha por la supervivencia, en los días iguales de disputar el mundo a las fieras y los elementos y la noche y el miedo. Allí todo vuelve a ser hermosura. Después de la fuente de cavadores el camino se aplana y la roca desnuda deja lugar a una suave senda de tierra fina a cuyo extremo cae a cuchillo la garganta que nos separa del pico Almanzor, desafiante mole gris angulosa. A la derecha, como cuenco de agua del deshielo, la laguna grande y abajo, en el pavoroso fondo, un riachuelo corre entre meandros hasta perderse de vista. La alegría salvaje de haber llegado, el premio, el abrazo que se postergó hasta ese momento y mira, mira, míralo todo, emborráchate, te das cuenta. Así es la vida.

A la vuelta, nuevamente cerca de la fuente de cavadores sucede el milagro. Un rebaño de cabras montesas abreva en la fuente y pide comida a los excursionistas. Ahí vuelvo a ser un niño de golpe y entre la ilusión y el susto de la ilusión me acerco, nos acercamos, disparando fotos cuidadosamente, conteniendo la respiración cuando chocan sus magníficas cornamentas en una coreografía poderosa y sonora.

No lo creerán, pero al final de la rampa, cuando ya éramos dos sombras que bajaban de la mano, apareció una silla de mahou cinco estrellas, un chiringuito de madera, un par de cervezas saboreadas como nunca y un cansancio feliz.

Y qué más quieren que les cuente, les podría hablar del bar Drakar y su carne extraordinaria, de un plato de queso y dos cafés gloriosos, cortos y contundentes, les podría hablar de muchas cosas, pero al cabo sólo importó una: allí fui feliz, conocí un estadio de alegría pretérito, inmediato y poderoso. Allí dejamos una fortaleza a la que volver si el cielo se abriese de par en par mañana.

Una humorada nada inocente


La buena literatura no es tan extraña, tampoco los buenos chistes.
Los alcaldes del Partido Popular de la Marina Alta se reunían en Xàbia (gobernada por el Bloc, al menos a esta hora de la tarde) supondremos que como medida de demostración de fuerza. Algo así como si los reyes católicos, en plena reconquista, se hubiesen arrimado unos vinos mientras discutían los planes de batalla en pleno patio de los leones de la Alhambra, con Boabdil ataviado de mandil y cofia. Toma chaval, una propina para que le compres algo bonito a tu madre y tú Sancho, ve tomándole las medidas del cuello para ver qué espada usamos. Recomiendo el hierro siete, señor. Más o menos así.
La comitiva de los muncípies ocupaba la mitad de la carretera de Dénia, que es la vía que une la zona del cabo de San Antonio con el casco urbano. A las ocho menos cuarto de la mañana, supondremos que todavía con el sueño tibio entre los párpados y el gusto del zumo de naranja en el fondo de la garganta, con una blandura deliciosa y escalofriada, con la voz neutra de algún desesperado locutor de radio contando el enésimo fin del mundo, mis padres bajaban a trabajar en el coche.
Al enfilar la carretera de Dénia se encontraron la bandada de chaquetas y almas azules, balanceándose con desmayo de elefantes melancólicos. Debían ir a buscar un bar para el primer café, un confesionario para la primera mentira, un niño para el desprecio de maitines, una prostituta rumana, una moneda de latón, una colilla. Mi madre los esquivo con un giro suave del volante y mi padre, amanecido súbito al horror, puso los seguros del coche a toda prisa.
- Qué haces? - mi madre
- Poner los seguros - mi padre
- Por qué? - mi madre
- Joder qué por qué, tú has visto cuanto ladrón junto? - mi padre.
Es calcado al chiste de Quino en que Mafalda le dice a Manolito: Cada vez que veo un rico, aprieto fuerte mi piruleta y me cambio de acera. Y me consta que los hay honrados.
Uno se imagina a los primeros ediles arracimados junto al coche: ¿Limpia? ¿Unos pañuelos? ¿Una recalificación? ¿Tiene algo de pan señor? Tenemos hambres y nuestros hijos son tiranos. Una parada de zombies con los ojos en llamas y las manos huesudas arañando las puertas y el capó, un tam tam de maletines llenos de lluvia sobre el techo, una hojarasca de zapatos agrietados contra las ruedas.
Después de un despertar como ese, ya no se teme a ninguna suerte de desgracia.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Si de protestar se trata


Vaya por delante que CQC es un programa lamentable, un hijo bastardo de los buenos tiempos, un vampiro del talento de los padres, un monumento a la falta de imaginación y la chabacanería, una inmensa oportunidad de ejercitarse en la vergüenza ajena, un compendio de torpezas, un disparate de ombligos oxidados, un maniquí, una grieta, una nada.

Dicho esto, y si de protestar se trata, no me resisto a hablar del reportaje sobre los atascos legales del caso Fabra. La imagen que se ha dado en el programa a cuenta de los desmanes del fabrismo reproduce la práxis de cualquier dictadura del tercer mundo. Cambien la tez de Fabra por el negro, las gorras de los perros de Intereconomía por sombreros atigrados, las sudaderas por túnicas y ya lo tienen. Cuando uno se entera al final del reportaje de que uno de los perros es además guardaespaldas profesional y que en tiempos lo fue de Tamayo - el traidor que otorgó la presidencia de la comunidad de Madrid al PP tras el triunfo en las urnas de Rafael Simancas - las piezas no es que encajen, es que saltan por los aires y se adhieren a las cortinas como jirones de mierda.

En cuanto a la actuación de los perros de Intereconomía una reflexión que nos aparte del pecado de pensar que es el mismo juego (tú preguntas, yo pregunto, tú incomodas, yo incomodo). En el caso del CQC se hace - en esta sección en concreto - para conseguir una información, en el caso contrario para evitarla. No hay más preguntas, señoría.

Y como de protestar definitivamente se trata, una más. Los sopranólogos de la blogosfera no creo que bendigan la parodia de la cabecera del programa y la sustitución de una pistola por un palo de golf en el título inicial. Duele. No digo que Tony Soprano sea más honrado que don Fabrone, ni lo contrario, que eso lo dirá, si lo dice, el quincuagésimo cuarto juez del caso pongo por ídem, digo que escuece que le pongan la misma chaqueta a dos hombres en el fondo tan distintos.

Ahora bien, y a cuenta de que no aún me quedan coletazos de desánimo, si los castellonenses votan elección tras elección a esa gente será que lo merecen.


Bonus Track: El molt honorable ligó su futuro político al de Fabra. Eso no habla tanto de las luces del segundo como de las sombras del primero.

martes, 16 de septiembre de 2008

Elogio lisérgico del fundamentalismo árabe


Tal vez ya no haya nadie al otro lado. No les culpo. El porqué de tanto silencio y tanto polvo como piramida las esquinas es sencillo e irrelevante: enfermé de desánimo. Hay una corriente en la blogosfera colindante de tratar la actualidad, una tendencia honesta, frontal y feroz a patear el cartón de los trileros y escupirles la bolita dónde está la bolita a la cara, un pulso constante por el día a día, de lo íntimo a lo fronterizo, del rock al deseo y del mar al piano que, sencillamente, me vino grande. ¿Y para qué carajo va a escribir uno nada? En algún punto la realidad me pareció tan merecidamente imbécil que me senté en la grada a leerles y brindar por el fin.

Pero el desánimo es la estrategia de quienes nos quieren inermes, la más efectiva al cabo, la más difícil de enfrentar porque se disfraza de convencimiento, de decisión emanada del yo paciente. Y así vamos tirando.


El caso es que, si gustan, saco de sus goznes las puertas de la ciudad y las fracaso contra el suelo. Que su estrépito de maderas estalladas les de la bienvenida y supla a las campanas; hace tiempo las fundimos para fabricar munición, qué quieren.


Después de un fin de semana de lujo en la sierra de Gredos - siguiente entrega sobre la Laguna Grande, el pico Almanzor, las cabras montesas, la fuente de cavadores, el buen comer y el buen vivir... - esta mañana una noticia a penas entrevista en la última página del diario Levante-EMV me ha arrancado una carcajada a la hora del café: Clérigos saudíes piden la pena de muerte para ejecutivos de la televisión por la calidad de los programas. Vaya, vaya, vaya. Que yo no digo que la pena de muerte sea buena, pero un escalofrío de placer me ha recorrido el cuerpo al pensar en la suerte de sus homólogos españoles y valencianos de mediar un régimen fundamentalista. Fundamentalista religioso, no como el nuestro, digo. Fundamentalista religioso pero no del Opus Dei, corrijo. Uno se imagina a los clérigos enarbolando refulgentes alfanjes camino de Burjassot, abriendo las puertas de par en par con las patas de sus corceles blancos, arrasando cuanto encontraran a su paso hasta llegar a la planta noble, penetrando la sala de juntas y finalmente estupefactos cuando descubriesen que el ente lo rige un mono con una botella de vodka que se masturba compulsivamente para firmar con semen las prebendas que le dan de monear a vuelta de favor.

Como fantasía es deliciosa. Aplíquese con gusto y sin atender a posología a la cadena que convenga y los monos de acá y acullá. Disfrútese como merece.


Todo esto mientras las bolsas del mundo se van al carajo a velocidad supersónica lastradas por el reventón de las subprime y el efecto dominó en bancos y aseguradoras. Todo esto mientras Rajoy truena contra el hecho de que los inmigrantes que trabajan y cotizan cobren luego el paro. ¿Qué inmigrantes? Los que se subieron a hostias los andamios con que levantamos la catástrofe.


Lo dicho. Que vengan los árabes alfanje en mano. Entretanto me voy a hacer 2000 abdominales, como Aznar. Con dos cojones.