lunes, 26 de mayo de 2008

Tranquilos, sobre todo muy tranquilos


El nuevo mestalla se cobra la vida de cuatro obreros. Dos de ellos suramericanos, ningo mayor de cuarenta años. Un hospital puede estar empantanado durante años, las infraestructuras de acceso a la ciudad pueden esperar, podemos dejar morir un barrio durante veinte años, pero esto había que hacerlo rápido, muy rápido, más rápido.
¿Consecuencias? Ninguna. Es un proyecto avalado por el PP, vale decir por Dios Padre Todopoderoso, creador de todo lo visible y lo invisible. Luego, si tienen cojones que les hagan un partido homenaje contra el Colo Colo.
Puede que todo haya sido un accidente y que no exista ninguna responsabilidad por parte de las empresas adjudicatarias (Bertolín y FCC), puede que la prisa no se haya llevado al infierno a estos pobres tipos, pero qué quieren que les diga.
Edificamos la Big Events City sobre el cadáver de los pobres. Y esta vez no es métafora.

domingo, 25 de mayo de 2008

Para un domingo, vale

El eneagrama es algo así como un catálogo de tipos humanos. Del 1 al 9 corresponde un guarismo a cada modelo sicológico de individuo, algo así me explicó Tony Savinelli una tarde de café italiano y cigarrillos en nuestro viejo piso de la calle Turia. Igual que cuando mi tio Elías - visitante reciente y casual de este Blog y patrón de una inolvidable jornada en el mar en compañía de Forlati y Dies Porosos - me habló por primera vez del I Ching, El libro de las mutaciones, me faltó tiempo para probar. Me fascinan las vías más o menos arcanas de conocimiento del yo y si tuviera pasta, constancia y tiempo no descartaría el sicoanálisis. (Premio para quienes ya hayan descubierto la motivación primordial de todo esto: vanidad. Si no, cómo coño se explica que esté aquí explicándoles esto, a esta hora, con este tiempo.)
He respondido las ciento sesenta y tantas preguntas del eneagrama un par de veces con resultados no del todo coincidentes. Una característica, sin embargo, se mantuvo: los pertenecientes al número concreto (me reservo cuál) tendemos a imaginar conversaciones que nunca se produjeron. Tal vez así se explique que desde niño hable solo. A veces moviendo los labios. A veces gesticulando ostensiblemente cuando estoy solo.
Dos de mis últimos enfados, y aquí conecto con los temas abiertos en la blogosfera circundante, tienen que ver con la prensa. Leo en el diario Marca la siguente declaración entrecomillada de Ronaldo Nazario da Lima: "soy heterosexual y nunca me he drogado". El periódico introducía este antetítulo: "Explicatio non petita..." Ya saben, ese latinajo de excusa no pedida, acusación confirmada. El rotativo transmitía una declaración y titulaba con un postulado moral: lo que ustedes van a leer es mentira. Dos cosas. Si tenían la certeza de que era mentira, jamás debieron publicarlo. Por otro lado, con qué derecho se presupone que el protagonista falta a la verdad. Es especialmente significativo el hecho de que la confesión tuviese que ver con las drogas y el sexo. Marca se erigía en baluarte hostil de la recta moral. Señalaba a la oveja negra (otrora deidad mayor de su firmamento económico), la despellejaba, la yugulaba.
El otro caso es el del austriaco - no recuerdo el nombre, me da pereza buscarlo - que violó a su hija durante 24 años en el sótano de su casa. Casi invariablemente los medios de comunicación hablaron de él como "El monstruo" y se refirieron a su delito con adjetivos valorativos como "horrible, monstruoso, atroz, espantoso..." ¿Porqué? La información debería eludir cualquier tentación moralizante. Debería dar los datos y dejar que, en función de los mismos, el receptor adjetivara para sí la historia como creyese oportuno. Yo puedo creer que se trata, efectivamente, de una actitud abominable, pero me niego a que ningún medio de comunicación me diga cuál ha de ser mi escala de valores. Corremos el riesgo de hacer dejación de nuestras responsabilidades más importantes. Si admitimos que un medio de comunicación nos eduque en qué es horrible o no, mañana podremos asumir que esta palabra acompañe, por ejemplo, a la derogación de un trasvase.
Y una reflexión más: veo en youtube - enlace cortesía de Enzo Vucciria - la entrevista de la 2 de televisión española a Andrés Calamaro. El argentino, después de la mamarrachada de Eva Hache, trata de estar más locuaz, de buscar su versión más lúcida. La sensación que me quedó fue la de ver a un niño. Defendía su canción "te quiero" diciendo que nada de naïf, que cuando habla de "me dejaste el florero" habla de un florero lleno de cocaína. Que cuando canta "me dejaste la ceniza" es la ceniza que se usa para fumar coca base. Me pareció ridículo. Algo así como gritar "eh, oigan, que yo soy muy malo y muy underground y muy del otro lado y muy oscuro y bla, bla, bla"
Si un poeta ha de ponerse a explicar sus versos, y además de ese modo...es que ha llegado el momento de dejarlo aquí.
Buenas noches, camaradas de aquí y allí.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Pequeño dios involuntario

El cuento de Monterroso sobre el que quise abrir debate cae del lado de las obras maestras. Aun como humorada. Si aceptamos el enunciado como real, despojado de metáforas (pero la metáfora es interior) la primera pregunta es ¿quién sueña? Aceptemos la cronología de los biólogos y respondamos humildes: no puede tratarse de un ser humano. Fabulemos un insecto (y ya se sabe que el emperador no supo si había soñado una mariposa o si era una mariposa que soñaba ser emperador). El insecto se duerme sobre una hoja de helecho y sueña a los egipcios, a los caldeos, la revolución industrial, The Clash, a Buda y a Pablo, Rayuela, el Seat 127 y mis dos manos sobre el teclado, sueña el jardín de Bomarzo y las cargas policiales, sueña contigo y con el hongo atómico de Hiroshima, sueña el orgasmo de un estudiante en París en 1974 y la carrera en la media izquierda de la amante que sube a un taxi en Beirut. Así no hemos exisitido nunca, sólo somos el trabajo inconsciente de un mosquito y Cioran tiene razón cuando dice que la vida es una ocupación de insecto. Nuestro pequeño dios involuntario abre los ojos y ve manso al dinosaurio. Justo entonces dejamos de exisitir.
Es un cuento escrito desde fuera de la historia de la humanidad. Es el relato del primer minuto sin el hombre sobre la tierra. Un parpadeo arrasa las pirámides.
A mi me gusta pensarlo así. Pensar que todo esto es una broma. Vivir sabiendo que soy el sueño de un bicho cualquiera y que entonces ¿porqué carajo iba a asustarme? ¿Porqué no dar un grito cada cinco árboles o entrar a la pata coja a los juzgados o regalar mierdas recién depuestas a los obispos?

martes, 20 de mayo de 2008

Propuesta de debate


Me gustaría pulsar su opinión a cerca de un relato que alcanzó cierta fama hace algunos años. Se le colgó la etiqueta de "el cuento más corto del mundo".
"Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba a su lado"
Mi opinión, a vuelta de comentarios.

jueves, 15 de mayo de 2008

Urgente primavera por la espalda

Un hombre pierde la mano en la batalla. El tipo resulta gravemente herido a causa de una explosión y muere al cabo de unas horas después un tránsito angustioso en el que un solo nombre de mujer le brota incesante de los labios. Sus compañeros, después del combate, levantan los cadáveres y los ponen en un carro para llevarlos a incinerar, pero la mano les pasa inadvertida, en un hueco húmedo al abrigo de unos troncos. Pasan los días y comienza la temporada de lluvias. La mano prende en la tierra y poco a poco, con el agua y los nutrientes de ese lugar, los dedos empiezan a tomar un color verdoso y a crecer lenta pero imparablemente. Meses más tarde, cuando la mujer toma el té en la terraza de su apartamento, ve asombrada cómo cinco finas ramas verdes han remontado la fachada y se le enredan suaves en el tobillo.

martes, 13 de mayo de 2008

El gourmet de estrellas



"Como postre sólo comía unas gelatinas blanquizcas en forma de estrella: siempre las mismas, durante todos los domingos de mi infancia. Allá al otro extremo de la mesa dominical, llena de primos, tíos y visitas, el rostro de mi abuelo, oscuro contra la luz de la ventana a que da la espalda, ingiere esas estrellas translúcidas y tiritonas que reúnen toda la luz. Y yo, al otro extremo de la mesa, lloro y pataleo porque no quiero melón ni sandía ni huesillos ni bavarois, que me dé estrella. Nana, quiero estrella, dígale al abuelo que me dé estrella, quiero y quiero y quiero, y lanzo la cuchara al centro de la mesa y mi madre se para y viene a castigarme porque soy malo..., no, no malo, consentido porque es hijo único..., cómo no, tan chico y tan irrespetuoso, es el colmo. No, no. El no de mi abuela es persuasivo y absolvente: no, que le traigan una estrella al niño para que no llore, para qué tanto boche, qué cuesta por Dios. Y ella misma, con una cuchara, corta un cacho de estrella y me lo pone en la boca..., lo saboreo todavía con las lágrimas en las pestañas y es malo, no tiene gusto a estrella, y lo escupo sobre mi servilleta bordada de patitos"

Este Domingo. José Donoso.

lunes, 12 de mayo de 2008

Bola Roja



Trataba de subir esta noche "Bola Roja", un poema que escribí hace algún tiempo convertido en canción. Debo música y voz al talento y la paciencia de José Ramón Carralero. Pero he aquí que me hallo sin saber cómo carajo realizar la operación técnica en cuestión. Agradeceré cualquier indicación de los visitantes. A falta de algo mejor, les dejo la letra.


"Como una bola roja


que rueda a la tronera


sin conocer el golpe


que desató su swing,//



como sombra que exala


la boca prisionera


tallada por la ira


herida de carmín//



como gota que gota


como paso que pasa


como tigre que duerme


justo antes de matar//



yo ruedo sombra paso


sin recordar mi casa


el oro del espejo


ni porqué empecé a andar//



también canté al compás


corazón del gaviero


hechizado de viento


en tumbas de coral//



ladraba a las mujeres


que dicen "no te quiero"


atado a una farola


sin luz del arrabal//



del enigma a la flaca


de Habana a Isla de Flores


en sábanas de olvido


tracé un mapa de piel//



Buscando la alegría


en vidrios de colores


al fondo de las copas


soplé plumas de hiel//



como gota que gota


como paso que pasa


como tigre que duerme


justo antes de matar//



yo ruedo sombra paso


sin recordar mi casa


el oro del espejo


ni porqué empecé a andar//



Para tener un rostro


vulneré las aceras


las piernas de las feas


sus bragas Gen Gis Khan//



enviudé cuatro veces


y siempre en primavera


sin duelo ni quebranto


con cartas de alquitran//



Como gota que gota....(bis)



Sin música no es lo mismo, pero bueno, por esta noche ya vale de hacer pruebas. Buenas noches queridos.

domingo, 11 de mayo de 2008

Un maravilloso sentido común


A veces soy víctima de un cierto snobismo que no me hace bién. Desconfío de la gente y de la capacidad crítica de los grupos de más de seis personas. Algo así como lo que expresé en el post sobre la televisión, el miedo al público y a sus gustos tal vez como vía fácil para eludir responsabilidades y acunar fracasos.
Por eso me fascinó el capítulo que vivimos en Xàbia este sábado por la mañana. Como avancé aquí se trataba de una asamblea informativa contra el proyecto de la Generalitat de ampliar el puerto. Acudí con miedo. A medida que cruzaba Cristo del Mar en dirección al cine se apoderaba de mi un pánico difuso a penas conjurado por la compañía de los míos. Una vez dentro de la sala la cosa no mejoró en absoluto. Me senté en una de las filas centrales del patio de butacas y asistí estupefacto al peor arranque de una exposición que se puede imaginar. La oradora escogida hacía las delicias del enemigo. Escuchándola daban ganas de asfaltarlo todo entre el cabo de la Nao y Eivissa y a tomar por culo. Pero a medida que pasaban los minutos (y que se alternaban los ponentes) asistí conmovido a un ejercicio formidable de sentido común. Dosis exactas de sentimentalismo y exposición contundente de la situación y los pasos a dar. Una ceremonia de cartas boca arriba que admitía pocas dudas. Se podía estar a favor o en contra, pero la tibieza dejaba de ser una opción.
La ovación más calurosa la arrancó Mateta. Este tipo es un pescador conocido de todo el mundo en Duanes de la Mar, un tipo bajito, rollizo, colorado, de dos copas y dos chistes de más, uno de esos hombres a los que llevo saludando enarcando las cejas durante años, pero al que jamás presté demasiada atención ni otorgué mayor crédito. No es Emilio Castelar, pero sus diez segundos de intervención ridiculizaron punto por punto todos mis excesos literarios. Era eso, joder, exactamente eso lo que yo andaba buscando, la idea que sepulté bajo millones de palabras de paja y barro. Yo, dijo, només vull preguntar una cosa. Si el progrés és tan de puta mare ¿perqué a les fires de turisme l'ajuntament envia fotos de paisages sense una caseta? ¿Perque poseu fotos del cap de Sant Martí i l'illa i no les grúes i la via augusta dels collons? Yo només m'enrecorde que estic a Xàbia quan veig l'esglèssia de la mar i el portet i m'agrada viure aixina.
Salí del cine con la esperanza por las nubes. Un arrocito orgásmico con galeras, tótena y caldo de jurel hizo el resto.
Prometo no volver a dar el coñazo con este tema durante un tiempo prudencial, pero qué quieren, me hizo muy feliz ver que no estamos muertos.
Tengo una resaca de caballo. El taxista que me acercó a mi coche era un búlgaro adicto al ajedrez al que dejé una propina desquiciada. Bona nit.

jueves, 8 de mayo de 2008

¡¡¡¡ÚLTIMA HORA!!!!


Maldita realidad que nos muerdes los tobillos. Maldita vigilia de los perros. Bendita vieja guardia.
A penas 24 horas después de subir el post sobre el port de Xàbia el nuevo día amanece ensangrentado.
La Generalitat Valenciana (ustedes la consintieron hijos de puta analfabetos) ya tiene un proyecto definitivo para la ampliación del port de Xàbia.
El sábado a las doce del medio día se celebrará una asamblea informativa en el cine Jayan. Es mucho más que eso. Es un punto de inflexión insalvable, un establecimiento explícito de la grieta entre ustedes y nosotros.
Ya no hay marcha atrás, o ese cine se convierte en nuestro Palacio de la Moneda o el puerto se convierte en su Vietnam.
Yo estaré allí.
Eterna sobra sobre la casa de los que no vengan.
Los tambores de guerra han sonado. Que merezcamos llegar vivos a mañana.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Una vieja cuestión


Los que me conocen saben que en los últimos diez años tengo una idea clavada bajos las uñas. Es un sabor agrio en la garganta que me viene súbito y es capaz de arruinarme momentos en los que lo podría pasar tan bien. Me fui de Xàbia, pero nunca me he ido, en 1997, siguiendo a una sirena con escamas de rejilla y carmín corrido hasta este arrebato del aquí y ahora. Entonces no lo sabía, pero cuando abrí la puerta de mi oscuro piso en la calle Micer Mascó (septiembre, una barra de pan, un paquete de jamón y un cuchillo prestado, un paquete de cualquier tabaco comprado con oscura sensación de crimen, un botellín de cerveza, ningún abridor y una cicatriz blanca que derivó a suave lámina sonrosada en el nudillo del índice de la mano izquierda desde entonces) todo había cambiado. Volví después a mi pueblo como quien visita a un amigo querido y constata cómo lo va devastando la enfermedad. Al principio son unas toses espaciadas a las que no damos importancia, más tarde un ligero temblor de manos, ideas delirantes, recuerdos sincopados, olvido al fin, hilo de baba y de pronto eso es el tiempo. Xàbia no era Xàbia. No me reconocía y yo tenía que pasarle las manos por el rostro largamente para tratar de activar los resortes secretos de su memoria. Tenía que escarbar hondo, cada vez más hondo en el dolor para hallar la piel. Hablaba con los amigos que nunca se fueron, pero no lo entendian. Ellos están tan bien, no sé, tan plácidos en la aceptación, tan prósperos y al día que me daba vergüenza insistir. Les vencieron, los conviertieron en otra cosa y así, cuerpos de aluvión, pasaron a ser una capa más de angustia que había que apartar para llegar la luz primitiva. De algún modo mágico la muerte respetó mi casa. Sólo al trasponer el umbral de la casa de mis padres, ya nunca más la mía, detalles, esas cosas, volvía al viejo orden de mi infancia y mi primera adolescencia. Cuando vuelvo me quedan los míos más íntimos como centinelas de una llama fría que tititla a merced de la tormenta de polvo que expanden los cascos de la caballería enemiga.
Volvamos. Hace diez años escuché por primera vez que la empresa Marina Punta del Este pretendía ampliar el puerto de Xàbia. El proyecto suponía levanta un muro de setecientos metros de largo por once de alto que marcharía (la acepción militar del verbo no es casual) perpendicular a la playa de la Grava (también llamada del Benissero) hasta la sèquia de la Nòria, una vieja infraestructura romana labrada en tosca viva. En el parapeto se instalarían cines, comercios, restaurantes, un parque de bomberos, progreso contante y sonante. Entre los valedores de la infamia se encontraba Juan Bautista Moragues Pons, el alcalde que compaginaba su mandato con la gestión de la promotora inmobiliaria Moragues Pons S.L y una edil cuyo yerno era alcalde de Ondara i socio de la mercantil en cuestión.
El pueblo se levantó en armas. Nunca antes miles de personas furiosas de amor habían tomado la explanada del puerto para gritar su cólera y mirar a los ojos del invasor y por primera vez silabear su nombre con una bala detrás de la lengua. Pero el tiempo pasa. Los antiguos dueños del corral fueron expulsados, pero vinieron más. El enemigo embrujó a algunos marineros con golosinas que eran, a través del tiempo, las cuentas de plástico por las que los indios vendieron sus tierras a los colonos americanos. No nos amenzaban con un Colt 45, pacemaker, sino que inoculaban veneno al portador en la cuenta corriente de los colaboracionistas. Es el progreso, gritaban. El pueblo recogió firmas junto al mar para preservar la playa y una forma de vida. Ellos recogieron firmas en restaurantes de Madrid y peajes de autopista.
Después llegó la America's Cup y la sentí venir como la aviación alemana. Amanecieron con estruendo de bombadero y olían a muerte. El mar se les había metido entre ceja y ceja a los tecnócratas para exprimir las últimas gotas del negocio. De pronto los medios oficiales nos habian descubierto como descubre el terrateniente a la bella hija del campesino. Nos iban a matar a todos si era necesario por un minuto de carne fresca. Cumplido su deseo, servida su ración de carne cruda, la bestia nos olvidaría. Incluso algunos de mis amigos torcían el gesto y evitaban mi conversación. Bueno, tuve que escuchar, aquí vivimos todos del turismo y, oye, si van a traer más dinero tú no tienes derecho a pedirnos que lo rechacemos. Al fin y al cabo tú no vives aquí. No habían entendido nada. Ni una palabra, y ése era el juego.
Ha pasado el tiempo, pero la guerra continúa. Es la única batalla por la que estaría dispuesto a dejar la vida, porque es precisamente eso lo que han puesto sobre el tablero.
Un pueblo sociológicamente de derechas, ayer fuimos pescadores, expulsó a los asesinos del consistorio. Entró una nueva forma de ser y gobernar, pero igual que la Francia revolucionaria, igual que la Cuba que tumbó a Batista, de nuevo ellos impusieron un férreo cordón sanitario. Ahora es la generalitat la que intriga en lejanos despachos para que la profecía de la destrucción se cumpla.
El de la foto es mi abuelo. Está mirando al mar. Temo que ambos desaparezcan en mismo fogonazo del fin del mundo.
Escribí una vez que un día los niños del mañana nos mirarían a los ojos preguntando, preguntando entre lágrimas, en qué invierno nos dejamos el corazón. Pedí que no tuviesemos que esquivar avergonzados su mirada.
Vicè clama contra la mafia, Forlati clama en el cabanyal, Diafebus clama por xàbia, tantos otros arrastran sus pies afónicos por las esquinas de la historia. Somos ciudades sitiadas a la espera de que el amacer anuncie a lo lejos las relucientes adargas enemigas.

domingo, 4 de mayo de 2008

CAMPEONES

Campeones. Eso es todo.

sábado, 3 de mayo de 2008

El imperio del corazón



Yo quería escribir. Las palabras eran las piezas novísimas de un puzzle recién desembalado. Tamborileaban brujas al dejarlas caer sobre la mesa y la madera espejeaba al último sol de la tarde y estaba gordo y tenía todo el pelo y enamorado y trece años). Poseía todas las piezas pero desconocía las reglas, así que el juego consistía en arrebatarlas y mezclarlas con una ciega alegría de agua, como un niño o un alienado que se complaciese hundiendo los pies entre los guijarros mojados de la playa. Mi escritura era blanda y transparente como las babas de un viejo de siesta al sol, junto a la tapia encalada del patio. Jugaba a montar y desmontar aquellos animales de caparazón de piedras preciosas, a disponer largos ejércitos metálicos a lo largo del perfil de colinas que no trascendían los cojines de mi casa. Nada estaba vivo. Nada latía y yo era sólo un coleccionista de rarezas inertes. Con eso bastaba.

Pasó el tiempo y fui aprendiendo las reglas del juego. Ese inmenso puzzle, a través del tamiz de las noches y los días, era el corazón humano. No escribimos de otra cosa. Había gustado los códigos, la coordenada secreta, ya por fin andaba con la brújula imantada y la piel caliente, pero entonces fue que me empezaron a faltar las piezas. Abría la caja, pero como en aquellos juegos que duermen al fondo de los altillos en la casa de campo de los abuelos y sólo se abren de verano en verano, todo estaba a medias. Mi voz no tenía música y donde fui esfera de cristal, ahora piedra. Donde manzanas, cemento, donde alto cielo, calle, calle y mejor no hablar. Con ese quebranto a cuestas sigo escribiendo.

Algo queda de los viejos amores. Si de pronto una voz convoca como al descuido el nombre de la muchacha por quien en la primera adolescencia desatamos duelos de salón y aprendimos el tiempo y la muerte algo se agarrota en las tripas y se dispara en los ojos. Es lo mismo. Todavía me queda algun pedazo del rompecabezas. Esta noche me apetece jugar a las etimologías. Porque sí. Porque es tarde y estoy solo en casa y algo hay que hacer para que dejen de crujir las tablas en el desván sin nadie.

Cordura. Los proxenetas de la cordura nos dice que de casa al trabajo y del trabajo a casa, que seamos prudentes, que mejor esta seguridad y esta modorra amniótica que el camino, tan lleno de peligros, no sé, tan de lluvia y banderas y senderos embarrados y luces peligrosas en los límites del bosque y manzanas envenenadas y mala gente que toma mal vino. No bailen o el demonio les podría ceñir el talle para siempre a la vuelta de una vuelta, no canten o tal vez alguna verdad les salga de la boca y despierten al otro lado y se descubran gritando palabras de amor a los teleoperadores y escupiendo al cielo y besando la boca de mármol de las estatuas (debajo late un laberinto de venas). No jueguen porque podrían ganar o perder y ganar de nuevo.

Cordura. Cor, Cordis. Corazón. Todo lo contrario. La tan manoseada y sucia y vieja cordura no es eso.

Sean cuerdos mis serenísimos amigos. No teman a la oscuridad.