
He respondido las ciento sesenta y tantas preguntas del eneagrama un par de veces con resultados no del todo coincidentes. Una característica, sin embargo, se mantuvo: los pertenecientes al número concreto (me reservo cuál) tendemos a imaginar conversaciones que nunca se produjeron. Tal vez así se explique que desde niño hable solo. A veces moviendo los labios. A veces gesticulando ostensiblemente cuando estoy solo.
Dos de mis últimos enfados, y aquí conecto con los temas abiertos en la blogosfera circundante, tienen que ver con la prensa. Leo en el diario Marca la siguente declaración entrecomillada de Ronaldo Nazario da Lima: "soy heterosexual y nunca me he drogado". El periódico introducía este antetítulo: "Explicatio non petita..." Ya saben, ese latinajo de excusa no pedida, acusación confirmada. El rotativo transmitía una declaración y titulaba con un postulado moral: lo que ustedes van a leer es mentira. Dos cosas. Si tenían la certeza de que era mentira, jamás debieron publicarlo. Por otro lado, con qué derecho se presupone que el protagonista falta a la verdad. Es especialmente significativo el hecho de que la confesión tuviese que ver con las drogas y el sexo. Marca se erigía en baluarte hostil de la recta moral. Señalaba a la oveja negra (otrora deidad mayor de su firmamento económico), la despellejaba, la yugulaba.
El otro caso es el del austriaco - no recuerdo el nombre, me da pereza buscarlo - que violó a su hija durante 24 años en el sótano de su casa. Casi invariablemente los medios de comunicación hablaron de él como "El monstruo" y se refirieron a su delito con adjetivos valorativos como "horrible, monstruoso, atroz, espantoso..." ¿Porqué? La información debería eludir cualquier tentación moralizante. Debería dar los datos y dejar que, en función de los mismos, el receptor adjetivara para sí la historia como creyese oportuno. Yo puedo creer que se trata, efectivamente, de una actitud abominable, pero me niego a que ningún medio de comunicación me diga cuál ha de ser mi escala de valores. Corremos el riesgo de hacer dejación de nuestras responsabilidades más importantes. Si admitimos que un medio de comunicación nos eduque en qué es horrible o no, mañana podremos asumir que esta palabra acompañe, por ejemplo, a la derogación de un trasvase.
Y una reflexión más: veo en youtube - enlace cortesía de Enzo Vucciria - la entrevista de la 2 de televisión española a Andrés Calamaro. El argentino, después de la mamarrachada de Eva Hache, trata de estar más locuaz, de buscar su versión más lúcida. La sensación que me quedó fue la de ver a un niño. Defendía su canción "te quiero" diciendo que nada de naïf, que cuando habla de "me dejaste el florero" habla de un florero lleno de cocaína. Que cuando canta "me dejaste la ceniza" es la ceniza que se usa para fumar coca base. Me pareció ridículo. Algo así como gritar "eh, oigan, que yo soy muy malo y muy underground y muy del otro lado y muy oscuro y bla, bla, bla"
Si un poeta ha de ponerse a explicar sus versos, y además de ese modo...es que ha llegado el momento de dejarlo aquí.
Buenas noches, camaradas de aquí y allí.
1 comentario:
Calla y canta para siempre, Calamaro
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