El anuncio en cuestión es de un nuevo servicio de telefonía móvil que se presenta como un detector de mentiras instantáneo. Algo así como "¿Harta de que te engañen? Ahora podrás saber dónde está realmente." Va dirigido a adolescentes anormales que quieran saber si sus parejas les son o no fieles. Si realmente Pablito está en el cine con Dieguito o le está comiendo el coño a Marisielito. Convendrán conmigo en que Fukuyama se adelantó en predecir el fin de la historia, con la de cosas preciosas que estaban por venir. El sistema en cuestión puede ser leído desde dos ópticas: en primer lugar, y admitiendo de antemano que el detector de mentiras tiene la misma fiabilidad que un dólar extremeño, supone una irresponsabilidad estratosférica. Pongamos, sugiero, que una Paulita cualquiera, de buena fe, se instala el chisme de marras y lo usa para hablar con su novio, Alejandrito. El sistema, aleatoriamente, puede decir que Alejandrito miente y sumir a Paulita en una profunda depresión, acabar con una relación que podía haber dado momentos mágicos, en última instancia alumbrar un breve de sucesos del estilo de "Una adolescente se suicida arrojándose a las vías del metro". Vale argumentar que si alguien de verdad se cree el sistema y es tan retorcido como para utilizarlo tiene bien empleado que se vuelva contra él. Y que si tu novio o tu novia son de esa ralea lo mejor que puede suceder es descubrirlo cuanto antes y darles puerta, vía ancha y mucha mierda.
Pero analicémoslo desde otra vertiente; que en el fondo quienes utilicen el puto detector de mentiras lo hagan empujados por el ardiente deseo de ser engañados, de introducir una tormenta en pijama, una tragedia de living room en sus vidas grises, planas, de gominolas, pajas, canutos y play station. Ellos reciben de la televisión dosis de drama del que no participan y tan acostumbrados están a reproducir patrones enfermos, a comer carne cruda, que si se juzgan por un instante fuera de la arena del circo se dan por muertos. En cualquier caso, si aciertan el prefijo de Constantinopla y les da por llamarme les garantizo una sarta de mentiras, pueden ahorrarse enviar "mentira" al 7505.
La noticia en prensa, ay, la noticia en prensa... es una de esos bombones que de vez en cuando nos brinda la realidad en una bandeja de plata. Un bocadito selecto de locura. El muy honorable pueblo de Náquera (¿Seguirá siendo concejal allí el presidente de UV José Manuel Miralles, a quien la infamia tenga en sus índices?) ha cambiado el nombre de una avenida. La vía que antes se llamaba José Antonio (¡¡¡presente!!!) ahora pasa a llamarse Barak Obama. Me la pone dura. Me chifla el tema. Cambiamos la advocación del cirujano de hierro, de un dictador miserable, por la de un fulano que todavía no ha hecho absolutamente nada. Es la lógica de Operación Triunfo, de los reality show, del simulacro, de la prisa. Parámetros como esfuerzo o valía son devorados por el más ventajoso comercio de iconos vacíos, por promesas que nadie tiene que cumplir porque antes de que podamos pedir cuentas serán sepultadas por otras promesas. Ignoro que tal presidente será Obama, pero el tío Julián, el del hortet, tiene más méritos probados.
La realidad es una loca de remate. Ratatatá.